Publicado el
20.04.2012
Un balance de los cien primeros días del
mandato del presidente
JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS, responsable
del Área Teológica de Cristianismo y Justicia | Querido señor
presidente: Como un ciudadano más, me permito escribirle con ocasión de sus
primeros cien días de gobierno. Ha hablado Ud. muchas veces de “lo que
interesa a la gente” y es desde esta óptica como quisiera dirigirme a
Ud. En concreto, quisiera escribirle en nombre de aquella niña
de la que Ud. habló en una campaña electoral. ¿Recuerda?
Ud. decía: “Quiero que
la niña que nace en España tenga una familia, unos padres con trabajo…,
que reciba una educación como la mejor, que –nazca donde
nazca– se pueda pasear por todo el mundo, que sea un heraldo de la libertad, de
la tolerancia y de los derechos humanos porque habrá crecido en libertad, no
tendrá miedo a las ideas de los demás y habrá aprendido a respetar a todos los
que respetan la ley… Quiero que sienta un inmenso orgullo por ser española, por
pertenecer a esa nación… que le habrá ofrecido las mejores
oportunidades pero que habrá sabido ser exigente con ella para
convertirla en mujer madura y responsable. Eso es lo que quiero. Eso y todo lo
que esto lleva consigo”.
Preciosas palabras, sin duda, incluso para quien
cree, como yo, que los orgullos nacionales están de más en nuestro género
humano, porque la dignidad de ser mujer u hombre está muy por encima de todos
ellos.
Yo más bien siento el dolor de
que esa nación ofrezca tan pocas oportunidades a sus mejores jóvenes
y les fuerce a emigrar al extranjero para tener trabajo; siento vergüenza
de que este país consiga tantos éxitos deportivos y, a la vez, sea uno de los
países europeos con mayores diferencias entre ricos y pobres.
O de que nada menos que 8.000 personas puedan
desplazarse a Manchester solo por ver un partido de su equipo, mientras decenas
de miles de familias se dirigen a Cáritas porque no tienen
otro lugar a donde acudir; y de que unos individuos puedan desplazarse a los
Estados Unidos y pagarse de su bolsillo una operación mientras que, debido a
los recortes sanitarios, hay quien tiene que esperar un año
para que se le haga una colonoscopia que, desgraciadamente, llegó tarde…
“Siento el
dolor de que esa nación
ofrezca tan pocas oportunidades
a sus mejores jóvenes y les fuerce a
emigrar al extranjero para tener trabajo”.
ofrezca tan pocas oportunidades
a sus mejores jóvenes y les fuerce a
emigrar al extranjero para tener trabajo”.
No son cosas que me alimenten mucho esos
orgullos. Pero dejemos este punto, que ahora es secundario. Lo que quiero
decirle es otra cosa mucho más importante, desde la plena identificación con el
resto de aquellas palabras suyas.
Esa niña no tiene las mejores oportunidades…
Conozco a esa niña: tiene ahora unos 12 o 13
años: creo que es listísima, despierta y de una sensibilidad poco común. Su
padre se acerca a los 50, lleva tiempo en el paro y no tiene más ingresos
que unos 400 euros que se le van a acabar pronto.
La madre hacía antes faenas ocasionales
por casas, pero ahora encuentra cada vez menos ofertas, porque muchas familias
que se la iban pasando de unas a otras están apretándose el cinturón y la
contratan cada vez menos.
Le aseguro que esa niña no está recibiendo una
educación como la mejor, ni le ofrece nadie las mejores oportunidades.
Temo también que no podrá pasearse por el mundo con respeto a las ideas de los
demás, sobre todo las ideas de los que proclaman que los pobres lo son siempre
por su culpa y porque prefieren “aprovecharse” antes que trabajar.
Esa niña siente una particular veneración por su
padre y, cuando lo ve hundido y con sensación de fracasado por no poder dar a
su hija lo que él quisiera, a esa niña se le parte el alma. Y, cuando oye que
en este país hay unos pocos que ganan al año millones de euros, le nace una
rabia y una desesperación que un día podrían cuajar en odio y ser
manipuladas por unos violentos aprovechados.
No tengo la menor duda de que, si la conociera,
esa niña le partiría el alma tanto como a mí. Creo que es Ud. persona con
suficiente sensibilidad y educación, y si ahora le recuerdo aquellas palabras
suyas es porque temo que desde las altas cumbres del Gobierno se vean demasiado
empequeñecidos los dolores de la base y se olvide uno de ellos.
Sé bien que ahora está metido Ud. en un enorme
“lío” que le obliga cuadrar cosas que a mí me parecen imposibles de
cuadrar. Personalmente, creo que las causas de nuestra debacle actual están
mucho más lejos de donde Ud. suele situarlas, tanto en el tiempo como en el
espacio.
En el tiempo, porque vienen de antes del pasado
Gobierno (que, sin duda, no supo analizarlas ni afrontarlas bien); y en el
espacio, porque –como reza un chiste que circula ahora entre esa “gente normal”
a la que Ud. suele apelar– “la desgracia de este país es que salió de las manos
de Franco para ir a caer en manos de Angela Merkel”.
Pero estos análisis de causas pasadas será mejor
dejarlos para futuros historiadores, porque tampoco van a solucionarnos nada de
momento.
Si me pide Ud. que me presente (perdone que no lo
haya hecho hasta ahora), le diré simplemente que soy un vulgar seguidor de
un tal Jesús de Nazaret, y creyente decidido en su persona y su mensaje. De
Jesús he aprendido lo siguiente: aquellos que crean o quieran creer en Dios,
han de aceptar que los pobres, los oprimidos y los condenados de la tierra son
con mucho los preferidos de Dios. Dios es, sin duda, un Dios de todos, pero lo
es “desde una parte determinada”.
Es, en este sentido, un Dios claramente parcial,
precisamente porque todos son iguales ante Él y, en una sociedad desigual e
injusta, estará de parte de los que son víctimas de esa desigualdad y esa
injusticia. Así lo proclama la tradición judeocristiana.
Desde esta óptica, sin más autoridad que la
verdad que contengan mis palabras y sin ningún afán partidista, quisiera
dirigirme a Ud. señalando cosas positivas, cosas negativas y preguntas
que suscita su gestión como presidente. Ojalá consiga hacerlo con un afán
sincero de colaboración: que no están los tiempos para otras alegrías
En el nº 2.797 de Vida Nueva.
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