El catecismo de Wert
De todos los
sueños utópicos el más peligroso ha resultado ser la enseñanza pública. ¡Qué
derroche de profesorado, de tiza, de aulas, becas e investigación!
Concha Caballero
25.5.2012 El Pais.
25.5.2012 El Pais.
Ya es oficial: no eran nuestros gastos los que estaban
por encima de nuestras posibilidades sino nuestras ideas. Wert es el ministro
que mejor lo ha entendido y ha elaborado un explosivo cóctel mezcla de recortes
económicos, prejuicios políticos y un marcado sectarismo ideológico. A partir
del próximo curso las escuelas no enseñarán respeto alguno a las opciones
sexuales, se considerará un único modelo de matrimonio o de familia y se
suprimirán las referencias a la homofobia o al machismo en los manuales de
Educación para la Ciudadanía. Respetar las diferentes opciones sexuales y
fomentar la igualdad eran un peligroso adoctrinamiento para las mentes
adolescentes que deberían tener claros los diferentes roles sociales masculinos
y femeninos, o como diría Gallardón, de mujer-mujer y hombre-hombre.
Los valores de la paz, el diálogo y de la convivencia
serán sustituidos por un cántico a la propiedad privada y a la actividad empresarial,
para mayor gloria de los mercados que dominan nuestras vidas. Se eliminarán los
temas que explican las causas de la pobreza y se intentaba instruir al alumnado
en los peligros del nacionalismo excluyente, o sea, de todo tipo de
nacionalismo que no haga ondear la bandera española, pero el ceño fruncido de
sus únicos socios ha modificado el texto, que no el contexto de este catecismo.
No fuimos conscientes del dispendio que suponía tratar
a los seres humanos como tales y brindarles los cuidados sanitarios sin
preguntarles su raza, su procedencia o su condición social. Estoy segura de
que, al menos, un euro de cada mil se malgastaba en semejantes utopías propias
de los que pensamos por encima de nuestras posibilidades. Por eso, tampoco la
xenofobia o el racismo serán combatidos en las aulas. Nuestras ideas deben ser
productivas y normativas, lejos de todo ideal comunitario; deben contribuir a
aumentar la propiedad y ahuyentar el altruismo; deben fomentar el conformismo
social y desterrar la conciencia crítica.
De todos los sueños utópicos el más peligroso ha
resultado ser la enseñanza pública. ¡Qué derroche de profesorado, de tiza, de
aulas, becas e investigación! Más horas, más alumnos, menos profes, menos
salarios son una solución perfecta que tiene el aval indiscutible de 40 años de
franquismo.
El ministro de Educación proclama que la enseñanza es
obligatoria y gratuita solo hasta los 16 años, aunque con una pequeña reforma
los jóvenes de 15 con dificultades podrán salir del sistema. Nos anuncia que
paulatinamente habrá que pagar el 100% del coste de la enseñanza, desde el
bachillerato y los ciclos profesionales hasta la Universidad. La enseñanza
superior —nos sugiere— es un lujo de una sociedad enferma que soñó con
trasladar la igualdad de oportunidades a las aulas. Se instalarán en las
universidades barreras que solo se abrirán con el tintineo del money, money. No
obstante, admitirán algunos genios sin ingresos a los que recordarán
continuamente la generosidad que se les brinda.
Como ven eran nuestras ideas, que no nuestros gastos,
las que estaban por encima de sus intereses. Nos repiten que es preciso
erradicar y abominar de todo concepto de igualdad porque, indefectiblemente,
nos lleva a aumentar el gasto público. El egoísmo y la segregación, por el
contrario, son doctrinas económicas y restrictivas. Para esta operación se hace
preciso amputar las conciencias, adormecer los sentimientos, criminalizar los
conflictos y confrontar al que tiene poco con el que no tiene nada.
Con este mandato enviaron comisarios que han podido
verificar la debilidad de nuestras instituciones, el conformismo de nuestros
políticos y la fragilidad de nuestra propia conciencia. Su informe aconsejaba
una intervención rápida seguros de que los costes serían mínimos.
Por eso, en pocos días, acaban de embargar nuestros
sueños. Han cerrado la puerta de los servicios públicos a todos los que, sin
ser yo, formaban parte de mi esperanza. Solo esa marea verde llena de voces
jóvenes y rejóvenes sigue actuando por encima de sus posibilidades y pidiendo
antorchas para iluminar estos tiempos oscuros.