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Para esta semana que se conmemora el Día de la Mujer la Iglesia Católica
(en su crisis actual) tiene una magnífica oportunidad de situarse, (al menos
aquí en Colombia), frente a las mujeres de todas sus parroquias e intentar
explicar ¿cuál es el sentido de su discriminación contra ella? ¿Por qué la
considera feligresa de segunda categoría? ¿Por qué sólo califica para mucama en
el Cónclave? ¿Por qué desde su posición patriarcal ha contribuido al abuso e
inequidad que se vive en parejas y familias, estimulado desde el discurso
machista con el que se protocoliza (por ejemplo) una boda? ¿Realmente creen que
la mujer le debe obediencia al hombre y que estas palabras ‘bendecidas’ por un
sacerdote no hacen mella tanto en hombres para reforzar y en mujeres para
aguantar? ¿Que tanto del abuso y violencia contra la mujer ‘nace’ en el
discurso religioso? ¿Por qué la mujer debe aguantarse los desmanes de un marido
patán bendecido en un matrimonio católico? ¿Por qué santifica el victimismo y
el martirio de la mujer que sufre en vez de ayudarla a liberarse de este? ¿Por
qué esta Iglesia masculina se cree con derecho a manejar el cuerpo de la mujer?
¿Por qué Dios es padre y no madre? ¿Por qué privilegia la maternidad como si
fuera el único camino en el desarrollo de una mujer? No queremos más
panegíricos dulzones y mentirosos que expresen que estamos representadas por la
Virgen María que está ya en los altares. No. La Iglesia Católica tiene una
deuda infinita con la mujer y es hora de empezar a afrontarla. En los altares
no sirve el reconocimiento a la mujer. Es con hechos concretos y reales. El
lenguaje, las imágenes, las actitudes son las que deben ‘hablar’ de lo que
realmente significa la mujer para la Iglesia. Lo demás, como dicen los
muchachos es carreta, contentillo…
Qué paradoja y aquí viene una de las inmensas contradicciones de la
Iglesia: mientras que por un lado hace el panegírico de la maternidad como un
camino de santidad para la mujer corriente, sin embargo no logra materializar
la maternidad en María, mostrando una imagen de ella embarazada. Al fin qué,
¿es una vergüenza el embarazo? ¿En María sí es vergonzoso y hay que evadirlo
pero en el resto de mujeres no? En ellas, ¿sí es un orgullo? ¿Por qué la
santidad es contraria al disfrute sexual? ¿Por qué la mujer debe tener los
hijos de un violador?
En esa actitud machista y patriarcal, el mismo celibato se puede leer como
una demostración de discriminación o descalificación contra la mujer porque
pareciera que fuera ella ‘la que contamina’ al hombre sacerdote. Abolirlo es considerar
que la mujer no tiene el estigma del pecado ‘original’ ni que la sexualidad es
contraria a los principios religiosos. Un hombre y una mujer pueden estar muy
cerca a Dios sin necesidad de satanizar el placer y la compañía de la pareja.
Además, con el aporte de la mirada científica, ¿se ha preguntado la Iglesia que
tienen que ver el celibato con la pederastia y los abusos sexuales?
Cualquier palabra que un sacerdote diga esta semana para ‘alabar’ a la
mujer pero calle referirse a la discriminación e inequidad que se practica
dentro de la jerarquía católica contra ella, es un discurso patriarcal. Sólo es
válido ‘lo que yo nombro’, lo demás es inexistente. Es la actitud de quien no
quiere ver e impone su criterio, un comportamiento totalmente anquilosado y,
qué pena, ¡miedoso! ¿Será que no saben cómo responder precisamente por
incoherentes? Las mujeres católicas necesitan una explicación humilde,
coherente y respetuosa. Padre-madre Dios así lo desearía…
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