“Miriam de
Magdala no fue una prostituta arrepentida, sino una mujer con autoridad en el
naciente cristianismo”
Carmen Bernabé Ubieta, doctora en Teología Bíblica,
con cursos de especialización en Jerusalén y EE.UU., es profesora de Nuevo
Testamento en la Universidad de Deusto
Una entrevista de J. Pagola - Viernes, 25 de Marzo
de 2016
IRUÑEA - Ha hablado en el Foro Gogoa sobre Miriam
de Magdala, la autoridad de una mujer en el naciente cristianismo, tema
sobre el que ultima un libro.
¿Cómo se ha conservado la memoria de María Magdalena?
-Los cuatro evangelios canónicos son muy parcos en
datos. Son textos que no narran todo lo sucedido, sino lo que se considera
necesario para la fe de las comunidades. Recogen tradiciones recibidas y las
aplican a los nuevos momentos en que se escriben. Los escritos están redactados
desde el punto de vista de los varones y, así, las mujeres resultan invisibles
o solo aparecen en situaciones muy significativas e importantes. Por eso, lo
que los evangelios cuentan sobre María la de Magdala es poco, pero muy
importante.
¿Dónde hablan los evangelios de Magdalena?
-Magdalena aparece en los capítulos finales de los
cuatro evangelios, en los relatos de la pasión, que son muy antiguos, y los de
la resurrección. Aparte de eso solo se le cita en el capítulo 8, 3 del
evangelio de Lucas, donde aparece, con los doce y otras mujeres, acompañando a
Jesús que va caminando de pueblo en pueblo y anunciando la buena noticia.
¿Qué se dice de ella?
-Varias cosas fundamentales: que fue discípula ya
desde el comienzo de la misión de Jesús en Galilea. Que fue testigo de su
muerte y sepultura. Que fue receptora de una aparición del Resucitado y enviada
a anunciar su nueva forma de vivir. Y que fue preeminente entre las mujeres
discípulas.
Todo eso, ¿qué significados encierra?
-Las cosas que se dicen de los discípulos le afectan a
ella. Hay dos verbos que resumen la actitud del discípulo: seguir a Jesús, y
servir. Compartió con Jesús y los demás discípulos su carisma y todos los
estigmas, los sambenitos que se atribuían al grupo contracultural de Jesús,
entre ellos, ser borrachines y comer mucho. Por ser discípula desde el
comienzo, vuelve los ojos hacia el principio de la pretensión de Jesús, revisa
todo lo que escuchó y aprendió de él. Las mujeres, en aquella sociedad y
tiempo, no podían testificar ante los tribunales, pero Magdalena fue testigo
ante la comunidad de la muerte de Jesús y de la suerte que corrió su cuerpo
bajado de la cruz. Ser receptora de una aparición del Resucitado le otorgaba
autoridad. Así, María Magdalena tiene relevancia comunitaria y preeminencia en
el grupo de mujeres, y aparece encabezando casi todas las listas en que se
menciona a mujeres. Magdalena fue apóstol, enviada a anunciar que Jesús había
vencido a la muerte y que había que continuar con su causa. Rábano Mauro,
obispo del siglo IX llamó a Magdalena “apóstol de los apóstoles” porque ella
recibió la primera aparición del Resucitado y fue enviada a anunciar la noticia
a Pedro y los discípulos.
¿Dónde fue enterrado Jesús? ¿Por qué aparecen tanto
Magdalena y las otras mujeres cerca de su tumba?
-Hay discusión entre varios exégetas sobre lo que pasó
con el cadáver de Jesús. Crossan asegura que no fue enterrado; su cuerpo, de
persona ajusticiada fuera de la ciudad, fue comido por los perros y sus huesos
arrojados a una fosa común. Hay quien afirma, basándose en las referencias a
Nicodemo y José de Arimatea, que el Sanedrín disponía de un sepulcro donde
depositar cadáveres de ajusticiados para evitar la contaminación legal. Pero
hay en los cuatro evangelios una tradición unánime, la de la visita temprana de
las mujeres al lugar donde pusieron a Jesús. Es un relato que quiere plasmar de
forma plástica la fe de las comunidades. La forma de ese relato deriva de la
costumbre, antigua y actual, de hacer duelos y de que, sobre todos las mujeres,
hablen con sus seres queridos difuntos. El Evangelio apócrifo de Pedro, del
siglo II, comenta que “iban a hacer lo que las mujeres hacen”, es decir,
llorar, recordar, hacer duelo y consolarse. El tema del duelo llegó a ser
peligroso en la antigüedad y había leyes que lo regulaban. En ese clima del
relato los ángeles convencen a las mujeres de que no hay que hacer duelo por
Jesús. Ellas, en su actividad de duelo, hacen la experiencia de que Jesús no
está muerto. Y asumen un papel fundamental: van a contarlo. Así se expresa la fe
de la comunidad, la experiencia de que Jesús no estaba preso de la muerte
¿Qué sucedió con la memoria sobre Magdalena después
del Siglo II?
-Los evangelios apócrifos y otros escritos posteriores
no dicen mucho acerca de personajes históricos. Más bien reflejan las actitudes
y búsquedas de los distintos grupos que formaron el cristianismo primitivo.
Suceden procesos de simbolización. Y, conforme avanza la presencia pública y la
institucionalización de las comunidades, dentro de ellas se alude, y hasta se
enfrenta, a la autoridad de Pedro y Magdalena en rivalidad, para resolver
conflictos, a favor de hombres y mujeres.
¿Hay algunos textos más expresivos de todo eso?
-Pronto se discute la autoridad de la mujer para
predicar y decir su palabra en las asambleas, usando términos de la filosofía,
estoica, neoplatónica o gnóstica. En el temprano Evangelio de Felipe
aparece de modo simbólico Jesús dando un beso en la boca a Magdalena, no con
motivación erótica, sino como forma de comunicarle su espíritu y, con ello,
autoridad para hablar y enseñar. En el siglo II, el llamado Evangelio de
María recoge diálogos de discípulos, entre ellos Magdalena, con el
Resucitado; María les transmite las palabras del Señor, pero Pedro pregunta:
“¿Cómo ha podido decir el Señor a las mujeres lo que no nos ha dicho a
nosotros?” y Magdalena llora, mientras Leví defiende su autoridad. Y en el
mismo siglo II, en los Hechos de Pablo y Tecla, Tecla, fundada en la
autoridad que ha recibido de Pablo, se bautiza y se enseña a sí misma. En el
libro Pistis Sofía del siglo III, se hacen a Jesús unas 70 preguntas, la
mayor parte de las veces por mujeres; hasta que un hombre dice: “Señor, diles a
las mujeres que se callen, para que podamos hablar nosotros”, y Jesús defiende
el derecho de la mujer a interpelar y enseñar. En el fondo de todos estos
textos se puede ver la definición de los papeles de género en aquellos momentos
formativos del cristianismo.
¿Cuándo empieza la sustitución de la figura de
Magdalena por otras?
-Fue algo progresivo, a partir del siglo IV. Primero
se sustituyó la figura de Magdalena por la de María de Nazaret. Y pronto se
mezcló a todas las figuras femeninas del Nuevo Testamento, en un plural
indiscriminado: todas se llamaban María. La poca creatividad respecto a los
nombres femeninos no sucedió solo en el ámbito judío, donde María o Miriam era
el nombre más común, sino también entre los romanos, que no discurrían mucho
para poner nombres distintos de mujer, sino más bien apodos para distinguirlas.
¿Con que otras mujeres se ha confundido a María la de
Magdala?
-Se identificó a María Magdalena con María de Betania,
y luego a ésta con la mujer que ungió a Jesús con un perfume y de la que Lucas
dice que era una pecadora. En el siglo VII, Gregorio Magno identificó Magdalena
con la pecadora arrepentida de Lucas. La Leyenda Aurea de Jacobo de
Vorágine, en el siglo XIII presenta a Magdalena llegando a Francia y poniéndose
a predicar, pero muy pronto la sitúa retirada en una cueva para hacer
penitencia. Eso dio mucho de sí en la predicación, y en las artes plásticas,
durante siglos. Luego, mucha de la literatura reciente, sin ninguna base, ha
hecho que la Magdalena pase de prostituta a ser la “Señora de”. No creo que sea
un gran problema el que Jesús hubiera estado casado; hay argumentos a favor y
en contra. Pero a los evangelios no les importa esa faceta, ni dicen nada de
ello. Solo de pasada sabemos que Pedro estuvo casado.
¿Qué efectos tuvo la confusión de personajes?
-Se pervirtió y domesticó su memoria y con ello la
legitimación que suponía para la igualdad y autoridad de la mujer en la
iglesia. Pero hay que decir que las Iglesias Orientales jamás cambiaron la
imagen original de Miriam de Magdala. En Occidente hubo que esperar al Concilio
Vaticano II. En la fiesta de la Magdalena, que se celebra el 22 de julio, los
textos bíblicos, antífonas y oraciones de la liturgia nos han devuelto esa
imagen de discípula y testigo de Jesús, una mujer con autoridad en la iglesia.
El evangelio de Lucas dice que “acompañaban a Jesús
mujeres curadas de malos espíritus y enfermedades”, entre ellas “María la
llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios”. ¿Pudo el Maestro
haber sanado o curado a Magdalena?
-Las que seguían a Jesús no fueron mujeres al uso. Lo
que es seguro es que encontrarle a él transformó su vida, más si el origen de
esa relación se debió a situaciones de dificultad. Pero la Antropología
Cultural permite hoy explicar eso de “los demonios”. Estar poseída pudo ser una
forma inconsciente de protestar contra situaciones de ahogo, injusticia o falta
de libertad. Aquellas mujeres expresaban con gestos su sufrimiento, hasta tal
punto que Celso, el historiador romano, les llama “histéricas”. Jesús y su
movimiento les ofrecen otro horizonte de autocomprensión.
¿Dónde estaba y cómo era la ciudad de Magdala?
-Magdala era una ciudad a orillas del lago Genesaret,
el mar de Galilea. Se han hecho en ella importantes hallazgos arqueológicos de
época, asmonea y herodiana. Siempre se ha creído que Flavio Josefo exageró al
decir que tenía 40.000 habitantes, pero hoy se piensa que no lo hacía. Fue una
ciudad grande, un cruce de rutas comerciales y de cultura. Se han excavado
calles y plazas, el puerto lacustre, baños y letrinas públicas y una sinagoga.
En parte de ese lugar los Legionarios de Cristo ha construido una iglesia
dedicada a la memoria de María Magdalena. Han levantado ocho columnas que
llevan el nombre de mujeres del evangelio y una, sin nombre, está dedicada a
todas las mujeres “que lo son de sus familias y que trasmiten la fe”. Pero
estas columnas están en el atrio, fuera de la Iglesia. Dentro de ella, las
columnas llevan el nombre de los doce apóstoles. La memoria de Magdalena que se
recupera es la de la mujer cuidadora, sufridora, liberada de los demonios
representados como la serpiente del Génesis, y se propone como modelo para la
“joven mujer católica”, vista como sostén de su familia. Ha desaparecido la
memoria de la discípula, testigo, receptora de una aparición del Resucitado y
apóstol.
¿Hay que tener cuidado, pues, con la memoria
histórica?
-Desde luego, recuperar la memoria no es algo
inocente. ¿Qué memoria? ¿Con qué finalidad? La memoria de Magdalena se ha
utilizado tanto para reivindicar la igualdad de la mujer en la Iglesia como
para procurar su sometimiento. Yo conozco algo muy distinto en Cali, Colombia.
El grupo María Magdalena de la Casa Cultural Tejiendo sororidades, un colectivo
de mujeres que ayuda a otras mujeres a empoderarse y ganar autoridad. Hay que
ver cómo manejan la Biblia.
¿Va a cambiar el papel de la mujer en la Iglesia?
-Si Francisco consigue cambiar algunas cosas, algo
ayudará. Pero su antropología no me parece muy distinta de la de los papas
anteriores. Me preocupa que siga hablando de “la complementariedad”. Lo que
hace falta es que se nos permita ser adultas y participar en la toma de
decisiones, porque ahora las mujeres no estamos representadas en la Iglesia.
Karl Rahner, el reconocido teólogo, dijo: “No encuentro en las Escrituras
ningún reparo para la ordenación de mujeres”. Eso es cultural y coyuntural.
Pero, en la ordenación, el poder de consagrar conlleva el poder de gobernar y
de decidir sobre la vida de las comunidades. Hay que ir más allá: la reforma de
estructuras administrativas requiere también la reforma del ministerio
presbiteral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario