13.03.15
Paulo Emanuel Lopes
Adital
El movimiento feminista teológico en el mundo viene
ganando espacio a partir de los vientos reformistas impulsados con las reformas
del papado de Francisco. Para Ivone Gebara, teóloga, estudiosa y referencia
nacional en Teología Feminista, no debemos, sin embargo, esperar cambios en la
estructura masculina de la Iglesia Católica. "El Papa Francisco tiene buena
voluntad (...) pero, viviendo dentro de una tradición sagrada masculina, no
tiene condiciones para dar pasos revolucionarios para promover de hecho la
innovación necesaria al mundo de hoy”.
Teóloga feminista Ivone Gebara afirma que la tradición masculina de la Iglesia todavía es muy fuerte. |
Ivone aclara, inclusive, que es erróneo hablar de ‘una
mayor participación de la mujer en la Iglesia’, como si las mujeres no
estuvieran entre aquellos que la construyen diariamente. "No se trata, por lo tanto,
de una reinserción de las mujeres en la Iglesia, como si las mujeres tuvieran
que insertarse en un lugar que no es el suyo. Da hasta la impresión de que la
Iglesia es una realidad fuera de nosotros”.
Más allá de la discusión sobre femenicidio y otras
formas de violencia contra la mujer en Brasil, la estudiosa muestra que el
análisis no debe ser superficial sino llegar a la raíz de la cuestión. "[Los
estados y las religiones] no perciben que la reproducción de la violencia
contra las mujeres está todavía muy presente en los procesos educativos (...)
Lo que nosotras, pensadoras feministas, hacemos es alertar a las personas para que
no se establezcan modelos teóricos e idealistas y mostrarlos como metas
absolutas a ser alcanzadas. Eso no funciona”.
En relación con el Día Internacional de la Mujer de
2015, celebrado el pasado domingo 8 de marzo, según la teóloga, a pesar del
aparente retroceso observado en el mundo en esos últimos años, es preciso
reconocer las conquistas y los avances del movimiento feminista. "[Este 8 de
marzo de 2015] tenemos que celebrar los enfrentamientos políticos de muchas
mujeres que no dudan en levantar sus voces contra la violencia de la ‘cultura
política’ vigente. Tenemos que celebrar las innumerables redes feministas que continúan
su labor de denunciar los abusos de los poderosos y la manipulación de nuestros
cuerpos. Tenemos que celebrar a las mujeres que frecuentan las iglesias y que
son capaces de decir al sacerdote o al pastor ‘no estoy de acuerdo con usted’".
Vea la entrevista que la teóloga Ivone Gebara concedió
en exclusividad a Adital.
Adital: Observamos pronunciamientos del Papa Francisco en apoyo a una
mayor participación de la mujer en la vida sacerdotal, aunque sepamos que en
muchos casos su voluntad choca con el conservadurismo de la Curia Romana. ¿Podemos
esperar algún cambio concreto en ese sentido para su papado?
Ivone Gebara: Creo que antes de hablar
de los pronunciamientos del Papa Francisco sobre las mujeres, es preciso
recordar tres puntos para que tengamos un poco más de claridad sobre la
situación actual de la Iglesia Católica Romana. El primero de ellos tiene el
objetivo de recordar que la función de las leyes eclesiásticas y de los dogmas
es también ejercer una cierta contención en la vida de los fieles. Se determina
qué debe ser objeto de creencia para evitar la multiplicidad de interpretaciones
y conflictos, que fragmentaron y fragmentan la comunidad de fieles. Sin embargo,
no se puede olvidar que las leyes, dogmas e interpretaciones nacen en contextos
históricos determinados. Éstos son mutables y nunca deberían ser establecidos
como normas absolutas o como voluntad divina, como ha ocurrido. Surge de ahí el
segundo punto, que se refiere al hecho de que se legitiman esas nuevas leyes y
creencias como voluntad de Dios o de Jesucristo. Esas voluntades, según muchos,
son inmutables. Se establece así un argumento de autoridad pronunciado o
promulgado por el magisterio de la Iglesia. Y el último punto que puede observarse
claramente es que ese magisterio es masculino y, en general, anciano y
celibatario. Las mujeres no participan directamente de él como si por orden
divina debieran ser excluidas. Esta estructura e interpretación patriarcal,
considerada sagrada, dificulta los cambios más significativos en la actual
cultura eclesiástica transmitida al pueblo. A partir de ahí, se puede situar la
cuestión en relación con las mujeres.
El Papa Francisco tiene buena voluntad, procura
entender algunas reivindicaciones de las mujeres, pero, viviendo dentro de una
tradición sagrada masculina, no tiene condiciones para dar pasos
revolucionarios para promover de hecho la innovación necesaria para el mundo de
hoy. Él es fruto de su tiempo, de su formación clerical y de los límites que la
engloban. Me atrevo a decir que es la comunidad cristiana y, en este caso, la
católica romana, esparcida por tantos lugares, la que debería ir exigiendo de
sus líderes cambios de comportamiento a partir de sus vivencias. Comenzar por abajo,
aunque los de arriba también pueden ayudar, en la medida en que sean más
sensibles y receptivos a las señales de cada tiempo y de cada espacio, es un
camino para ajustarnos a las necesidades actuales de las mujeres y de los
hombres de nuestro tiempo.
Adital: En su nuevo libro "Evangelio e Institución", el monje
Marcelo Barros afirma que la Iglesia Católica debería retornar a sus orígenes
(primeros siglos), cuando las mujeres ejercían un papel más activo en la
Iglesia. En su opinión, ¿como debería ser esa reinserción?
IG: Pienso que la idea de "retorno”, en este caso,
retorno a los orígenes cristianos, debe ser revisada, pues muchas veces podemos
caer en anacronismos, incluso involuntarios. La referencia a los orígenes es
una especie de nostalgia de algo bueno que se gustaría tener. Es una esperanza en
forma de discurso sobre los orígenes. En general, pensamos que el antes, el
pasado, los orígenes, son siempre más coherentes y verdaderos. La vuelta al
útero materno, por ejemplo, es una aspiración de pretendida paz del deseo
humano, como si 'en aquel tiempo' todo hubiera estado bien. En realidad, en los
orígenes, podemos encontrar muchas cosas, inclusive aberraciones e inadecuaciones
para nuestro tiempo. Cada tiempo es un tiempo y tiene sus grandezas y sus miserias.
El tiempo "que se llama hoy" es nuestro tiempo real y en él debemos
buscar nuevas formas de convivencia, teniendo conciencia de que éste es, como
otros, un tiempo limitado. No se trata, por lo tanto, de una reinserción de las
mujeres en la Iglesia, como si las mujeres tuvieran que insertarse en un lugar
que no es el suyo. Además, el lenguaje eclesiástico y el lenguaje de muchos de
nosotros evidencia la dificultad de reconocer a la Iglesia como una comunidad
de hermanas y hermanos que viven una diversidad de situaciones. A veces tengo
la impresión de que el término Iglesia significa para muchos, prioritariamente,
la jerarquía, las funciones de poder y la autoridad.
Es preciso afirmar que lo que está ocurriendo hoy tiene
que ver con un movimiento cultural y social mundial, que viene mostrando un
protagonismo y un papel femenino diferente de aquel que conocíamos hasta pocos
años atrás. Ser sólo madre o hija o esposa u ocuparse de las cosas domésticas
ya no corresponde a la realidad actual de las mujeres. Las identidades
femeninas están pasando por una mutación muy grande. Otro aspecto importante es
el de percibir los límites de la pregunta sobre en qué Iglesia nosotras mujeres
queremos insertarnos o reinsertarnos. Da hasta la impresión de que la Iglesia
es una realidad fuera de nosotros. Por eso, muchos afirman que "nosotros
somos Iglesia" y quieren vivir en la práctica esta afirmación. ¿Sería sólo
retórica? En mi opinión, sí y no. Sí, en la medida en que el discurso de muchos
no corresponde a los comportamientos que se viven cotidianamente de las relaciones
humanas. No, en la medida en que se percibe el compromiso de muchos en buscar
caminos de mayor participación e igualdad en las relaciones de la comunidad
eclesial. La cuestión de la igualdad entre los seres humanos es insoluble.
Hablar de igualdad significa buscar, en cada nuevo
contexto y en cada nuevo momento de la historia, sanar el egoísmo visceral que
nos lleva a preferir siempre nuestros intereses en detrimento de los demás. Creamos
la esclavitud de todos los tipos, establecemos colores y etnias superiores unas
a otras, sexos superiores a otros, orientaciones sexuales más normales que
otras. Y quien está del lado del poder y de la normalidad no duda en mantener
relaciones excluyentes y culpabilizar a "los diferentes" por muchos
males del mundo. No existe una pre definición de igualdad. Lo que nosotras,
pensadoras feministas, hacemos es alertar a las personas para no establecer
modelos teóricos e idealistas y mostrarlos como metas absolutas a ser
alcanzadas. Esto no funciona. Lo que parece que ha surtido algún efecto es
colocarnos en estado de educación continúa, una educación que despierte en
nosotros el valor de cada ser, sin la tentación de querer justificar a partir
de visiones jerárquicas pre establecidas.
El Papa Francisco ya defendió una mayor participación femenina en la Iglesia, pero descartó el permiso de las mujeres para ejercer el sacerdocio. |
Adital: ¿Qué es la Teología Feminista? ¿Cómo esa corriente de
pensamiento entiende el mundo actual? ¿Cuáles son los desafíos en este comienzo
de siglo XXI?
IG: El gran esfuerzo de la mayoría de las teologías
feministas ha sido el de denunciar el absolutismo de las interpretaciones bíblicas
y teológicas del pasado, aún vigentes en la mayoría de las Iglesias.
Interpretaciones absolutistas son aquellas que usan a Dios y a las Escrituras para
justificar su ideología de mantenimiento de poderes y privilegios religiosos,
muchas veces disfrazados con capas de santidad y solidaridad. Esos poderes son
ejercidos en nombre de Dios y son controladores de los cuerpos femeninos, tanto
a nivel individual como cultural y social. El control religioso de los cuerpos
se da, en primer lugar, en el interior de la dimensión simbólica de la vida
simbólica, o sea, en la estructura subjetiva, en la que valores y culpas se
entrelazan y convierten a la persona en cautiva de un imaginario impuesto de afuera
hacia dentro. Jugar con la voluntad de Dios para manipular cuerpos queriendo
mantener un orden imaginario denominado divino es impedir el derecho al
pensamiento y a la libertad.
Afirmar a Dios como masculino, afirmar que existe una
voluntad poderosa pre-existente, justificar el sacerdocio masculino a partir
del sexo de Jesús, valorizar el cuerpo masculino como el único capaz de
representar el cuerpo de Dios son afirmaciones teológicas aún vigentes que
tocan, en forma especial, los cuerpos femeninos. Estas afirmaciones son, muchas
veces, productoras de violencia, de exclusión y del cultivo de relaciones de
sumisión ingenua a la autoridad religiosa. Lamentablemente, en este comienzo de
siglo, el espacio dado a las teologías feministas está muy restringido. Su
acceso a los centros de formación teológica oficial en América Latina es bastante
limitado. Por eso, está ocurriendo una migración significativa de los lugares
de producción teológica hacia afuera de las instituciones oficiales, ya que las
formas de control eclesiástico parecen desconocer los avances vividos por las
mujeres a nivel nacional y mundial.
Para Ivone Gebara, el espacio en la Iglesia para las teologías todavía está muy restringido. |
Adital: El mundo todavía convive con los femenicidios (muchos de los cuales terminan impunes),
mutilaciones genitales, poca participación femenina en la política... ¿Cuáles
son los principales obstáculos para la plena dignidad femenina en la
actualidad?
IG: La producción de la violencia cultural y social
contra grupos considerados inferiores por las razones más diversas es una
constante en las culturas humanas. La afirmación de la superioridad de unos en
relación con los otros, las jerarquías de raza, género, cultura, de saberes y
poderes son parte de la historia humana. Las mujeres fueron y son, en muchas
culturas, consideradas seres subalternos, dependientes, objetos de la voluntad
masculina, aunque actualmente los discursos oficiales de los Estados y de las
religiones hablen de igualdad en la diferencia. Muchos adeptos a los discursos
igualitarios son capaces de denunciar, por ejemplo, la mutilación genital, sin
duda una aberración y un delito, pero no son capaces de darse cuenta de la producción
de violencia contra los cuerpos femeninos en los discursos de bondad difundidos
por las diferentes expresiones del Cristianismo. Denuncian los asesinatos de
mujeres, la violencia física directa, los femenicidios, pero no perciben que la
reproducción de violencia contra las mujeres está todavía muy presente en los
procesos educacionales.
La marca jerárquica excluyente, presente en nuestras
relaciones, sin duda necesaria para la continuidad de la actual forma de
capitalismo, mantiene socialmente esa violencia. Necesita de ella y de otras
para continuar fabricando nuevas formas de privilegio y exclusión social. Las
mujeres a pesar de las muchas conquistas de los últimos años todavía son, en el
imaginario de la cultura capitalista económica y social, buenos chivos o cabras
expiatorias para ser acusadas de incompetencia en los asuntos públicos. Esa
cultura excluyente, presente en las instituciones sociales y culturales es, sin
duda, un obstáculo para que hombres y mujeres construyan nuevas relaciones y
reconozcan sus diferentes dones y saberes.
Adital: Algunos movimientos feministas, para obtener espacio, utilizan
como estrategia producir un shock en la sociedad, exponiendo el cuerpo desnudo,
autodenominarse "putas"... ¿Cómo entiende usted esa forma de
protesta? ¿Es válida, válida con salvedades o colabora negativamente al
movimiento feminista?
IG: Hay una ingenuidad en los analistas de los
movimientos sociales en la medida en que pretenden limitar las protestas y
reivindicaciones a sus propias concepciones de decencia, de lo permitido y de lo
prohibido. Es claro que nos chocamos con el quebrantamiento de los grupos en
las manifestaciones de calle y reclamamos cuando eso entorpece nuestra vida
cotidiana. Es claro que el diálogo sobre las reivindicaciones sería el mejor
camino. Pero no siempre el sistema capitalista reconoce el mejor camino, y él
mismo incita a la violencia sin control, aquella que deja salir lo peor de
nosotros contra los demás, aquella que es capaz de bombardear campos de arroz y
destruir obras de arte milenarias, aquella que me lleva a robar a mi mejor
amigo y mandar a matar a aquel que entorpece mis planes políticos. Muchas
formas radicales de protesta de las mujeres nos chocan porque no estamos
habituados a un comportamiento público de las mujeres, sobre todo cuando exponen
el cuerpo desnudo como forma de protesta.
El cuerpo desnudo de las mujeres continúa siendo expuesto
para vender mercaderías masculinas, para excitar deseos, pero ese desnudo es soportable
por la mayoría. Ese desnudo aprobado por el mercado da dinero y favorece
emprendimientos económicos, puede ser como máximo criticado por algunos
religiosos puristas. Sin embargo, ¿quién se preguntó por qué ese grupo de
mujeres se autodenominó "putas"? ¿Cuál es su historia? ¿Qué reclaman
con su irreverencia? Google puede hasta dar una respuesta breve a esas
pertinentes preguntas. Esas formas de protesta, pienso, no afligen al
movimiento feminista mundial, ya que éste es plural y tiene formas variadas de
expresión.
Adital: Durante las últimas elecciones brasileras, algunos analistas
políticos afirmaron que una de las razones enfrentadas por Dilma Rousseff para
su reelección se debió al hecho de que es mujer. La afirmación suena un poco
extraña, vista la presencia de mujeres en la Presidencia de países como
Argentina, Chile, Alemania... En su opinión, ¿esa afirmación tiene sentido?
Nosotros, los brasileros, ¿todavía somos un país machista?
IG: Creo que, en la mayoría de los países del mundo, inclusive
las figuras femeninas tradicionales fuertes como Margaret Tachter e Indira
Gandhi vivieron los límites del poder impuestos por la condición femenina. De
hecho, hay un cierto susto de tener a una mujer en el tope del poder de una
nación. Recluidas en los límites de la vida privada para el ascenso público el
recorrido es grande por demás. Tal vez el título de reina sea hasta más soportable
porque está involucrado con todos los aspectos fantasiosos del pasado y de la
actual disminución real de ese poder. En ese sentido, es casi espontáneo atribuirle
al gobierno de una mujer deficiencias, flaquezas y otras cosas por el estilo.
Dilma Rousseff enfrenta, como otras mujeres, las
dificultades de estar en el tope político de la nación. Sin embargo, lo que la
mayoría de las personas no ve es que la política de un país no depende sólo de
la o del presidente, sino que depende igualmente de las fuerzas económicas y
políticas en juego, así como de la participación de los ciudadanos. Combinar
políticas y prebendas, intereses corporativos y bien común, partidos de
intereses sectarios con la administración de un país de proporciones
continentales es un difícil juego de ajedrez. De hecho, el machismo persiste en
Brasil, pero la falta de carácter y de visión del bien común es una enfermedad mucho
más difundida y peligrosa. Asola a políticos y empresarios, contagia a la clase
media y a las clases populares, se instala en las instituciones sociales y en
las iglesias como plaga a ser combatida diariamente.
Adital: A fin del año pasado, asistimos a la infeliz declaración de un
parlamentario brasilero, que afirmó que "no estupraría" a una colega parlamentaria
sólo "porque así no lo quería". ¿Cómo analiza usted este y otros
casos parecidos?
IG: La falta de carácter y de visión del bien común convierte
a hombres y mujeres en ciegos a cualquier visión humanista de respeto a todo
ser humano en la igualdad y en la diferencia de unos en relación con otros. El
parlamentario brasilero que usó ésa y otras expresiones durante sesiones de la Cámara se mantiene en el
poder porque la cultura
política brasilera lo permite. Él es útil al 'vale todo', que se puede ver en las acciones y discursos de los
políticos. La falta de decoro parlamentario es moneda de intercambio de
privilegios políticos y satisface a aquellos que buscan la justicia y la
injusticia por sus propias manos. En esa situación, las mujeres no están exentas
de esos pecados, aunque los cometan con menor intensidad pública. Somos todas y
todos esa mezcla contradictoria y paradójica y es dentro
de ella que podemos encontrar caminos que hagan la vida ciudadana algo más
respetado.
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