lunes, 21 de septiembre de 2015

Mensaje al Papa Francisco en Filadelfia.


Septiembre 19, 2015.

Papa Francisco, aunque sus títulos formales son Santo Padre y Supremo Pontífice, yo aprovecho esta oportunidad sagrada para saludarlo como un hermano, un amigo, un colaborador en nuestro servicio a Dios y con Dios; servicio a  los demás y con los demás.

No tengo ninguna duda de que todos esos años en Argentina, comprometido con tantas personas que viven en pobreza económica han sido una poderosa fuente de fortaleza y de gracia. Esas experiencias han hecho que usted sea reconocido por su profundo sentido pastoral, su deseo de colegialidad y su visión de que todos nosotros estamos llamados a ser benditos–¡a ser santas y santos!

Yo soy una mujer católica, una religiosa, una hermana de la Merced, nacida y educada en Estados Unidos, en la ciudad de Nueva York. A través, de mi educación y de mis experiencias de vida, he llegado a la convicción, que el hecho de que las mujeres en la Iglesia católica no puedan acceder a todos sus ministerios, no es sólo un déficit, no sólo está mal; es un escándalo para nuestra iglesia y para nuestro mundo.

Por mucho tiempo he pensado, que la comunidad católica podría servir de modelo e  instrumento de reforma para aquellos gobiernos y religiones alrededor del mundo que permiten y legislan que las mujeres no son plenamente humanas; que son objetos para ser explotadas; que es aceptable, e incluso natural, violar, golpear y abusar de ellas, física, psicológica y sexualmente.

Para que en la Iglesia Católica podamos ser agentes del mensaje de Dios en el s. XXI, necesitamos tener clara la visión de que la degradación de las mujeres en cualquier parte del mundo, es la cuestión primordial, radical de la violencia social y religiosa y no proviene de Dios.

Nosotros, como comunidad católica, estamos llamados a proclamar plena y amorosamente a toda nuestra comunidad planetaria, que las creencias y acciones tan escandalosas de desigualdad de género, son expresiones y formas de idolatría. Donde hay idolatría, Dios no está entre nosotros. Necesitamos llevar un Dios amoroso, cercano y creativo al centro de nuestras vidas cotidianas, por medio de la erradicación de toda desigualdad de género. Sólo así, Dios como compañía, como Padre, Madre, como nuestra Fuente Divina podrá estar presente en nuestro mundo.

Le exhorto, Papa Francisco, que escuche a las mujeres de nuestra iglesia, que claman angustiadas como lo han hecho tantas mujeres a lo largo de los tiempos. Sólo la igualdad radical (desde su misma raíz) en la iglesia y en la sociedad, empezará a disminuir la violencia, el odio y los demás comportamientos inhumanos del mundo de hoy*.
Theresa Kane

Fuente: National Catholic Reporter  (ncronline.org)
                                                                 Thomas C. Fox,

Traducido por: Asociación Mexicana de Reflexión Teológica Feminista, A.C.


* Nota de traducción: En inglés el pronombre “we” es inclusivo, que en español significa nosotros y nosotras. Por razones de agilidad se ha omitido el nosotras, distorsionando quizá el propósito de la autora.

Andrea Gonzalez de Toca




No hay comentarios: